Cristina I
Era de noche, tenía diecinueve años y estaba sentada al rededor de una fogata con mis cinco amigos en un campamento que decidimos hacer entre nosotros, todos eran hombres y de la misma edad que yo, a excepción de Beto, el hermano de Alejandro, que tenía veintiséis años.
Hablábamos sobre el amor por más curioso que suene, ya que uno de nosotros, Jean, estaba confesando que estaba enamorado y los demás reaccionaban lástima, parecía que hubiesen perdido algo y el discurso que le daban era sacado de un funeral.Era de noche, tenía diecinueve años y estaba sentada al rededor de una fogata con mis cinco amigos en un campamento que decidimos hacer entre nosotros, todos eran hombres y de la misma edad que yo, a excepción de Beto, el hermano de Alejandro, que tenía veintiséis años.
- Te voy a extrañar - Le decía Alejandro a Jean.
- ¿Por qué tan deprimidos? - Dije.
- Tú no sabes y nunca sabrás lo que es perder a un amigo por culpa del amor. - Seguía Alejandro.
- ¿Quién dice que lo perderán? La chica puede tener buenas intenciones.
- El problema no son las chicas, el problema somos nosotros, nos ponemos tan tontos que nos perdemos a nosotros mismos, como niños.
- Déjalo ser feliz por un momento en su vida, no creo que se arrepienta, después de todo siempre quedarán las lindas memorias - Dijo Beto, siendo respetuoso.
- Beto tiene razón, - Dije. - Si viven siendo tan pesimistas nunca tendrán nada bueno en sus vidas.
- Cierto, además, yo he pasado por eso y el sentimiento que da es incomparable, no lo cambio por nada, cuando todo acabó me sentí muy triste, pero pronto me recuperé y volví a aprender a ser feliz sólo, pero si se me presenta la oportunidad de nuevo la tomaría ya que no tiene sentido no hacerlo sólo porque después te vas a sentir mal o vas a perder algo, sería como no bañarse porque después te vas a ensuciar. - Decía Beto queriendo parecer sabio. - Y no creo que ustedes abandonen a Jean sólo porque se ponga un poco loco, los verdaderos amigos siempre están antes, durante y después de cualquier tormenta.
- Ahora que lo pienso, creo que he estado varias veces a punto de enamorarme, pero no lo he dejado fluir por miedo. - Comenzó a decir Alejandro. - Pero no me siento mal por evitarlo, no quiero imaginarme los problemas que da.
- Lo sé. - Le respondió Beto. - Se notaba.
- ¿Cómo se sentirán las chicas cuando están enamoradas? - Preguntó Alejandro.
- Ah, todo lo contrario a nosotros, se vuelven locas, les encanta, para luego ser las más dramáticas cuando acaba. - Dijo otro de mis amigos, Gabriel.
- No deberías generalizar, Gabriel, eso está muy mal. Porque en todas las películas pongan a las mujeres iguales no significa que así sean todas, ¿Verdad, Cristina?
Nunca nadie me había impresionado tanto con palabras, pero siempre hay una primera vez para todo, y la primera vez fue cuando Beto dijo eso y pidió mi aprobación. Me impresionó tanto que hice un silencio de unos segundos, pero Beto siguió:
- Así como cada uno de nosotros es diferente, cada una de ellas también es diferente.
- Cristina ¿Cómo han sido tus experiencias con el amor? - Me preguntó Gabriel en tono de reto para tratar de demostrarle a Beto que todas eran iguales.
- Yo nunca me he enamorado, ni he experimentado nada parecido, no me cuestionen sobre eso porque no tengo mucho que aportar. - Respondí.
- ¿No te ha parecido interesante un chico, al menos? - Me preguntó Beto.
- Eso sí, pero nada como para confundirlo con amor.
- ¿Lo ven? Ella es justo igual que ustedes, le tiene miedo al amor y lo evita, así que no generalicen. - Dijo Beto.
De repente, todo el encanto que le había comenzado a tener a Beto se fue abajo.
- Beto, está muy bien que les digas que no generalicen, pero acabas de hacer lo que les dices que no hagan, que es asumir. - Le dije.
- Soy lo suficiente viejo como para conocer como es la mente de una chica cuando dice cosas así, he conocido varias como para poder saber qué tipo de personas son con tan sólo hablar una noche con ellas. - Me respondió.
- Ser viejo y un don Juan no te hace sabio, todavía tienes mucho que aprender, no te dejarás de sorprender. - Le dije últimamente levantándome del piso a buscar otra cerveza como excusa para luego sentarme lejos de él.
- Ah, con que eres de las duras, no pensaba que podían haber de ese tipo a tan temprana edad, y menos sin haber pasado por experiencias amorosas.
Ya me hervía la sangre, así que me limité a decirle:
- Como te dije, nunca te dejarás de sorprender.
Y me senté al lado de Jean esperando que Beto no volviera a abrir la boca.
- Si la sorpresa viene de ti, me gustará. - Me respondió.
Torcí los ojos y me di cuenta del silencio tan incómodo que Beto y yo habíamos causado.
- Cuéntanos de la chica, Jean, no creo que yo sea la única a quién le interesa. - Me apuré a preguntarle.
- Bueno, es de mi estatura...
- ¿¡De tu estatura!? - Preguntó Gabriel, casi gritando. - ¡Asco! ¿No sabes lo horribles que son las mujeres con estatura de hombre?
- No, Gabriel, no sé ni me interesa.
- ¡Según dicen siempre son las más groseras y las que le pegan a los hombres!
- Tú tampoco has estado con una mujer, ¿verdad, Gabriel? - Aquí vamos de nuevo, la voz de Beto se hacía cada vez mas irritante.
- No, pero...
- Suficiente. - Interrumpió Javier, quien parecía ser el más serio y responsable de todos. - Ya es muy tarde y ya estamos cayendo en discusiones, mañana tenemos que levantarnos temprano si queremos disfrutar del día.
- Sí, tienes razón, ya las tiendas están montadas. - Dijo Jean.
- Bien, son tres tiendas, serán dos personas por tienda. - Decía alejandro - Deberíamos dividirnos en Gabriel y Jean, Javier y Cristina, ya que ella tiene que estar con alguien que la cuide en cualquier caso y él es bastante ordenado y Beto y yo porque ya estoy acostumbrado a sus ronquidos.
- Me opongo a ese alineamiento. - Empezó Beto. - Si algo viene y nos ataca de nada le va a servir a Cristina la organización de Javier, ella necesita alguien rápido y con fuerza, yo debería dormir con ella.
- Bu...
- ¡No! - Grité interrumpiendo a Alejandro. - ¿Acaso no puedo dormir sola y me cuidan desde otra tienda? Eso de tener a alguien al lado mientras duermo no me agrada para nada.
- Si algo pasa te arrepentirás, déjame estar contigo, así no tengo que oír los ronquidos de los demás. - Decía Beto.
- Vete con ella, entonces Javier dormirá conmigo.
Todo lo que pasaba por mi mente eran todas las groserías que me sabía.
Caminé hacía la tienda con pasos de rabia mientras los demás terminaban de hacer acuerdos, me cambié rápido antes de que Beto entrara, me acosté en el colchón que había en el piso y me arropé con la sabana que había traído conmigo. Todo era tan calmado que me relaje bastante hasta que escuché a Beto entrar en la tienda, escuchaba como se desvestía lo cual me tensaba, pero me tensó más aun cuando se acostó a mi lado, me di cuenta de que había un solo colchón y una sola sabana.
- ¿No te parece indecente estar casi en pelotas en frente de una chica? ¿No te parece indecente hasta contigo mismo estar así cuando hace esta clase de frío? - Pregunté.
- Me parece más indecente fingir ser alguien que no soy.
Lo ignoré, me salí del colchón a esperar que se durmiera, cuando por fin dejo de moverse me salí de la tienda, caminé por el bosque un rato buscando un lugar que me agradara. Cuando vi que el cielo era lo suficiente azul, la luna se reflejaba en el suelo y los arboles que me rodeaban tenían la esencia que buscaba, me arrodille.
Beto quería estar conmigo para protegerme, dicen que alguien fuerte debería estar conmigo para protegerme... Entiendo que subestimen mi fortaleza, pero si me vieran todas las noches, no podrían dudar.
Meditar siempre se me ha hecho fácil, la concentración la puedo controlar justo como controlo mi respiración, pero no es por razones pacificas por lo que lo hago, ya que sino lo hago, me deshago.
La rabia siempre ha tenido un poder extraño sobre mi, mi piel se calienta en cuestión de segundos al mismo tiempo que mis ojos empiezan a llorar y mis dientes rechinan pero lo que pasa por mi mente es lo más divertido. Nunca pensé que podría ser tan buena planeando como sacarle los ojos alguien, o como cortarlo perfectamente a la mitad. Claro estaba que meditaba para borrarme estos pensamientos, pero habían veces que lo que hacía era pulirlos... Pero eso no pasaría esa noche, así me dije a mi misma, por mucho que Beto sea insoportable, es el hermano de un buen amigo, tengo que controlarme, también me decía. Pero mi voz no era la única que estaba en mi cabeza...
Beto
Al despertarme, hacía un olor muy fuerte a hierro y al ver que el cielo todavía era oscuro me imaginaba lo peor. Me volteé y Cristina no estaba allí, me empezaba a asustar aun más. Me levanté del colchón pero un dolor punzante en mi pie me lo hacía difícil, así que me senté en el borde del colchón a ver qué era. Tenía una cortada tan profunda en la planta de mi pie, que al secar la sangre se podía ver la grasa en él. Después de pensar un rato no quise darle más vueltas, pensaba que cosas así podrían pasar en un bosque, traté de convencerme de que era algo normal en un sitio como ese, no quise pensar en sus mitos y cuentos de miedo, sólo pensé en sus animales y el sucio que contiene su suelo. Pero... ¿Dónde estaba Cristina? Había prometido protegerla y ahora la situación se me estaba yendo de las manos, en un momento así, de verdad que sí era necesario el ingenio de Javier. Pensaba si debía salir a buscarla, la imaginaba muerta y pensaba que ya con uno menos tenían suficiente. Pensaba que podría ser un sueño así que debía volver a dormir y esperar hasta el nuevo despertar. Supongo que todo esto me pasó por haberme metido con ella, por haberla fastidiado a esa pobre niña, es una mala maña, o quizás fetiche, que tengo cuando alguien me agrada, primero que todo quiero verlos molestos y principalmente me pasa por ser un mentiroso y un cerdo, la razón por la que quería dormir con ella no era para protegerla. Creo que con ella no debí ser así, y ahora estaba pagando todo el karma. No quería imaginar que ella estuviese tomando las cosas demasiado en serio, no quería saber como se pondría ya que por muchos de sus reflejos pude ver que es alguien con muchos tipos de 'cida' en su personalidad, por ejemplo: "homicida" y "suicida", pero no queria pensar en eso antes de tiempo.
Lo ignoré, me salí del colchón a esperar que se durmiera, cuando por fin dejo de moverse me salí de la tienda, caminé por el bosque un rato buscando un lugar que me agradara. Cuando vi que el cielo era lo suficiente azul, la luna se reflejaba en el suelo y los arboles que me rodeaban tenían la esencia que buscaba, me arrodille.
Beto quería estar conmigo para protegerme, dicen que alguien fuerte debería estar conmigo para protegerme... Entiendo que subestimen mi fortaleza, pero si me vieran todas las noches, no podrían dudar.
Meditar siempre se me ha hecho fácil, la concentración la puedo controlar justo como controlo mi respiración, pero no es por razones pacificas por lo que lo hago, ya que sino lo hago, me deshago.
La rabia siempre ha tenido un poder extraño sobre mi, mi piel se calienta en cuestión de segundos al mismo tiempo que mis ojos empiezan a llorar y mis dientes rechinan pero lo que pasa por mi mente es lo más divertido. Nunca pensé que podría ser tan buena planeando como sacarle los ojos alguien, o como cortarlo perfectamente a la mitad. Claro estaba que meditaba para borrarme estos pensamientos, pero habían veces que lo que hacía era pulirlos... Pero eso no pasaría esa noche, así me dije a mi misma, por mucho que Beto sea insoportable, es el hermano de un buen amigo, tengo que controlarme, también me decía. Pero mi voz no era la única que estaba en mi cabeza...
Beto
Al despertarme, hacía un olor muy fuerte a hierro y al ver que el cielo todavía era oscuro me imaginaba lo peor. Me volteé y Cristina no estaba allí, me empezaba a asustar aun más. Me levanté del colchón pero un dolor punzante en mi pie me lo hacía difícil, así que me senté en el borde del colchón a ver qué era. Tenía una cortada tan profunda en la planta de mi pie, que al secar la sangre se podía ver la grasa en él. Después de pensar un rato no quise darle más vueltas, pensaba que cosas así podrían pasar en un bosque, traté de convencerme de que era algo normal en un sitio como ese, no quise pensar en sus mitos y cuentos de miedo, sólo pensé en sus animales y el sucio que contiene su suelo. Pero... ¿Dónde estaba Cristina? Había prometido protegerla y ahora la situación se me estaba yendo de las manos, en un momento así, de verdad que sí era necesario el ingenio de Javier. Pensaba si debía salir a buscarla, la imaginaba muerta y pensaba que ya con uno menos tenían suficiente. Pensaba que podría ser un sueño así que debía volver a dormir y esperar hasta el nuevo despertar. Supongo que todo esto me pasó por haberme metido con ella, por haberla fastidiado a esa pobre niña, es una mala maña, o quizás fetiche, que tengo cuando alguien me agrada, primero que todo quiero verlos molestos y principalmente me pasa por ser un mentiroso y un cerdo, la razón por la que quería dormir con ella no era para protegerla. Creo que con ella no debí ser así, y ahora estaba pagando todo el karma. No quería imaginar que ella estuviese tomando las cosas demasiado en serio, no quería saber como se pondría ya que por muchos de sus reflejos pude ver que es alguien con muchos tipos de 'cida' en su personalidad, por ejemplo: "homicida" y "suicida", pero no queria pensar en eso antes de tiempo.
Despues de un largo rato pensando mientras presionaba mi camisa contra mi pie para secar la sangre, me vestí, me puse unas medias, dos en el pie roto, calcé mis zapatos y salí al bosque, ya que al final tenía que cumplir con mi palabra. No quería admitirlo pero estaba aterrorizado, creía que el posible animal que me cortó el pie podría salir en cualquier momento y no estaba en el mejor estado para escapar, caminando como un viejo cojo. En la primera vuelta que le di al bosque no pude conseguir nada ni a nadie, así que fui hasta las tiendas de nuevo y tomé mi linterna, así sería más fácil conseguir algún rastro de Cristina y para asegurarme de que tendría que volver a caminar por el bosque, revisé tienda por tienda y ninguna tenía alguien de más, todas tenían sólo dos personas y todos eran hombres. Me preparé para la segunda vuelta. Al salir al bosque pensé en lo estúpido que fui al irme sin linterna la primera vez, todo estaba claro pero asustaba más, la luz podría atraer cualquier animal, pero lo más frustrante no eran los animales, era no conseguir nada y sentirse cada vez más lejos de lograrlo. Como era de esperarse, cuando más necesitaba la linterna, la batería empezaba a acabarse, su luz titilaba y se opacaba y yo, como un pendejo, tratando de correr con pasos largos estando cojo... ¿Para llegar a dónde? No lo sé, sólo quería conseguir a Cristina pero no sabía dónde.
Cuando la luz por fin se apagó, y me dejó de irritar la vista con su estúpido titileo, comenzaba a querer rendirme. Entre mi búsqueda conseguí gotas de sangre en el suelo. ¿Podría ser un rastro de Cristina? No lo quería creer, pero al menos era algo, así que comencé a seguirlo pero noté que el rastro era un círculo... Me obstiné, me senté en una piedra, estaba tan confundido y aturdido al mismo tiempo, los amigos de mi hermano me matarían y si no lo hacen lo haría yo mismo.
Una mano fría se posó sobre mi hombro pero de inmediato la arrebaté del susto que me había dado.
- ¿¡Beto!?
Voltee y era Cristina, era su mano, ahí estaba frente a mis ojos la razón de mi sacrificio...
- ¿¡Qué haces aquí!? ¿Estás loca? ¿Cómo vas a salir de la tienda sola? ¡Mira lo que me pasó estando dormido y tranquilo en la tienda! - Me quité las medias y le mostré a Cristina mi pie aun ensangrentado - ¿Te parece suficiente? No querrás saber lo que te puede pasar aquí afuera.
- Beto, camino dormida, es algo que siempre me ha pasado, acabo de despertar... No sé bien el camino hacia las tiendas, me alegra que estés aquí.
- Con que era eso... Necesitaré planear algo para que no vuelva a suceder...
- De verdad te importo y sí me cuidaste, quién lo diría, gracias, Beto. Vamos a dormir ahora que aun tengo mucho sueño.
- Vamos...
No entendía que le pasaba a Crisrtina, en su estado normal parecería que aun estaríamos discutiendo por todo lo que le dije sobre salirse de la tienda pero no, no fue así... Aun y cuando no la conozco bien, ya puedo decir que es extraño verla comportarse así. Esta niña tenía razón, nunca dejaré de sorprenderme, es una niña idiota, me hizo recorrer todo el bosque cojo y sólo me dice gracias, pero esta niña idiota tenía razón.
Caminamos hasta llegar a las tiendas y una vez dentro de la nuestra, estaba preparando el colchón para que Cristina no se saliera. Le puse las sabanas debajo del colchón y así se mantienen por la presión entre el piso y él. Sería difícil salir de allí soñando, tendrías que despertarte y así ella se controlaría de no salir de la tienda.
- Acuéstate. - Le dije.
- Tienes que desinfectar esa herida ¿Quién te la hizo?
No estaba de humor para volver a explotar mi mente con ese misterio...
- Mañana lo hago, mañana te explico bien, ahora acuestate.
Y se acostó sin cuestionarme, otra cosa muy extraña, no estaba seguro de si estaba totalmente despierta entonces la pellizqué en varios lados y ella se reía. Decidí hacer algo mejor, preguntarle sobre su vida y todo lo contestaba bien, lo cuál indicaba que no, no estaba dormida.
Me acosté a su lado, le pedí que no se quejara y la abracé, así si se intentaba levantar del colchón, yo podría sentirlo.
Extrañamente, Cristina no me dirigió ninguna palabra, traté de ignorar el hecho de que eso era extraño y así nos quedamos dormidos, yo tratando de que ella no escapara y ella, bueno, serena.
Aun medio dormido sentí un empujón muy brusco.
- ¿¡Cómo se te ocurre agarrarme así!? - Era Cristina, gritándome, que al parecer, volvía a su estado natural.
- Sh, no grites, los demás pueden mal pensar y no creo que sea eso lo que quieres.
- Ya, no me toques - Dijo susurrando.
- Eres muy extraña... Anoche estabas demasiado tranquila. ¿Me puedes decir qué te pasó?
- ¿¡Anoche!? ¿Cómo que anoche?
- Anoche, cuando saliste de la tienda... ¡Tú misma me dijiste que caminabas dormida y te acababas de despertar!
- Ay, Beto, creo que te estás volviendo loco, yo no salí de la tienda en ningún momento, no dormí hasta que salió el sol por lo incómoda que estaba contigo a mi lado pero luego no pude aguantar más el sueño.
- ¿¡Ni siquiera te acuerdas de mi cortada!? Mira... - Levanté mi pie, aun sangrando - ... ¿Ni siquiera te acuerdas de cuando me diste las gracias? Estabas actuando tan extrañamente tranquila, me dejaste pellizcarte, respondías a todas mis preguntas sin alterarte, te preocupaste por mi herida y querías que me la desinfectara, me dejaste abrazarte...
- Beto, creo que tuviste un sueño mojado.
- ¡NO! No se trata de eso... Te habías salido de la tienda y yo había ido a buscarte con una cortada en el pie... Pero no se sintió como un sueño, se sintió real... Creo que será mejor dejar de pensar en esto. - Ya me daba miedo estar dentro de mi propia mente.
- Yo también creo que es lo mejor, no me cuentes más que me repugna.
Aun medio dormido sentí un empujón muy brusco.
- ¿¡Cómo se te ocurre agarrarme así!? - Era Cristina, gritándome, que al parecer, volvía a su estado natural.
- Sh, no grites, los demás pueden mal pensar y no creo que sea eso lo que quieres.
- Ya, no me toques - Dijo susurrando.
- Eres muy extraña... Anoche estabas demasiado tranquila. ¿Me puedes decir qué te pasó?
- ¿¡Anoche!? ¿Cómo que anoche?
- Anoche, cuando saliste de la tienda... ¡Tú misma me dijiste que caminabas dormida y te acababas de despertar!
- Ay, Beto, creo que te estás volviendo loco, yo no salí de la tienda en ningún momento, no dormí hasta que salió el sol por lo incómoda que estaba contigo a mi lado pero luego no pude aguantar más el sueño.
- ¿¡Ni siquiera te acuerdas de mi cortada!? Mira... - Levanté mi pie, aun sangrando - ... ¿Ni siquiera te acuerdas de cuando me diste las gracias? Estabas actuando tan extrañamente tranquila, me dejaste pellizcarte, respondías a todas mis preguntas sin alterarte, te preocupaste por mi herida y querías que me la desinfectara, me dejaste abrazarte...
- Beto, creo que tuviste un sueño mojado.
- ¡NO! No se trata de eso... Te habías salido de la tienda y yo había ido a buscarte con una cortada en el pie... Pero no se sintió como un sueño, se sintió real... Creo que será mejor dejar de pensar en esto. - Ya me daba miedo estar dentro de mi propia mente.
- Yo también creo que es lo mejor, no me cuentes más que me repugna.
Cristina II
La verdad no me incomodaba tanto que Beto me abrazara y tampoco me repugnaba lo que me estaba contando, pero él necesitaba aprender un poco sobre como me había tratado.
Él no merecía que le sacaran los ojos y también sería innecesario cortarlo por la mitad. Beto no estaba confundido del todo. Así como él planeaba jugar con mi mente, yo jugué con la suya.
Mientras dormía, sí salí de la tienda, mi rabia me llevó a cortarle el pie con un pedazo de la madera de un árbol que arranqué, corrí mientras él se despertaba y la madera comenzó a gotear su sangre cuando ya estaba lejos de las tiendas. Hice un circulo con eso, pensé que lo podría confundir más y finalmente me comporté como el quisiera que me comportara.
Al despertar negué todo, de verdad que fue un plan maestro, es divertido ver como un hombre al que llamarían adulto casi se pone a llorar.
- Entonces... ¿No vas a desinfectar la herida? - Pensé que ya había sido suficiente, quedó como quedaría yo si hubiese caído en su juego.
- Debería.
- Si quieres te ayudo, he sido muy grosera.
- Gracias, si quieres...
Limpie el pie mugriento con alcohol y a él parecía no dolerle.
- Gracias. - Me decía. - Le tienes compasión a un loco, qué amable.
Seguí con mi trabajo y le seguí vendando el pie.
- Fue un mal sueño. - Le dije.
- ¿Sabes? Pensaba que podrías asesinarme en cualquier momento pero ahora ha cambiado mi perspectiva de ti.
Por dentro me reía muy fuerte, cambió la perspectiva correcta de mi por otra completamente opuesta, no estaba segura de si se había hecho más estúpido de lo que era o si aun estaba tratando de ganarme.
No le respondí, no era necesario, él creerá por toda su vida con mucha certeza que está loco gracias a mi y con eso me bastaba.
- Ah mira, - Dije. - aquí hay un vídrio roto, parece de una botella de cerveza, pueden ser las de ayer, estoy segura de que pisaste esto mientras dormías y te cortaste, es muy posible porque eres tan alto que tus pies se salen del colchón.
- Tienes razón... Además de loco soy un paranoico.
Milagrosamente había conseguido la perfecta excusa, no sabía que contaba con tanto ingenio.
Los demás chicos salieron de sus tiendas y nosotros también lo hicimos, desayunábamos y conversábamos.
- ¿Saben de qué me di cuenta? - Dijo Beto.
- ¿De qué? - Le preguntó Jean.
- El amor también te puede volver loco
Sonreí sin pensarlo, no lo podía evitar.
Beto loco y enamorado y yo... También.